“Somos justamente un colectivo. Las personas que participaron de La zapatilla fueron Laura Códega, Paula Massarutti, Renata Lozupone, Dudú Quintanilha y yo, y muchos vecinos en distintas instancias. Pero nosotros fuimos quienes articulamos la zapatilla. También Ramón, el herrero”.
“Sobre el final del taller de Teddy Cruz, urbanista de Guatemala, en el Centro de Investigaciones Artísticas [Argentina], surgió el impulso de ir a la Villa 31 [Ciudad de Buenos Aires] con los chicos. Alejandro López, que también es escritor, se contactó con una activista, Liliana, con la idea de encontrarnos con ella”.
“En la villa hay distintas zonas de arraigo. Hay gente que vive hace muchos años, que está súper consolidada, que no tiene sus necesidades básicas insatisfechas. Y hay gente que se arriesga más y que, por ejemplo, decide tomar una zona aledaña a la villa, que es ese sector que está como vecino al terreno del ferrocarril, que después de los 90 quedó un poco abandonado. Muchas veces la toma se da haciendo una carpa con cartón y madera, unas lonas, y bancando ahí, mientras, en la medida de lo posible, se empieza a construir con material. Es algo que puede darse en el plazo de semanas, de varios meses o de un año”.
“A medida que nos fuimos involucrando con la gente del barrio, nos dimos cuenta de que nosotros lo veíamos como un objetivo concreto, como un acto revolucionario que de un día para el otro les iba a cambiar la vida, pero al ser un proceso humano, colectivo, comunitario, había muchos tiempos y formas en las cuales todo eso empezaba a incorporar los cambios. También empezamos a registrar la negación de gran parte de la sociedad, o su indiferencia o hartazgo con los problemas de quienes vienen de afuera de Buenos Aires. Fue todo un aprendizaje. La primera vez que fui a la Legislatura de la Ciudad fue por temas de la 31, para saber más del proceso de urbanización. En ese momento se discutía la ley. Como ciudadano me enriqueció poder participar de algo que estaba viendo con mis ojos y ponderando con mi sensibilidad. Por otro lado, fue ver un proceso más formal, como puede ser una ley. Ahí nos dimos cuenta de que era algo muy complejo”.
“Hay algo de eso del caminar. Creo que la imagen que nos resultaba más justa de todo eso es que cuando estás haciendo tu vida, estás probando tu suerte como cualquier migrante, hay una cuestión de caminar la calle. El caminar está asociado a ir donde hay laburo y de lucharla también. La zapatilla la tuneamos tanto que, de repente, tenía una cosa así medio de yanta”.