“En 2012 empecé a hacer o inventar símbolos, como una especie de lenguaje no codificado. Escribía estos símbolos obsesivamente. Después hice una publicación con eso, quería que se mantuviera en un estado de no codificación, como dibujos. Todo el tiempo eran como un guion para mi trabajo. Después, en el 2016, a una amiga artista, Florencia Rodríguez Giles, le propuse leer esos símbolos, no quería a través de una codificación mía, sino buscando otra forma. Llegamos a la idea de llevar estos símbolos a relieve, los tocábamos como braille y veíamos qué aparecía. Después empezamos a hacer sesiones con invitados que tocaban los dibujos y hablaban. Yo escribía y dibujaba lo que aparecía en estas sesiones. Mientras, estaba pintando sobre plástico, buscando una materialidad distinta a la tela. Quería algo más fino, más transparente, y llegué a esta tela, que es una tela para filtrar quesos, abierta. Me interesaba de esta tela que hay cosas que desaparecen y se filtran. La idea era utilizar la tela como un filtro. Mi trabajo funciona con cosas que suceden en el taller. Mientras estaba haciendo esto, también estaba haciendo trabajos con agua, y se mezcló todo. Fue como un proceso de traducción, desde hacer los símbolos, hacer las sesiones, lo que dice la gente, pasar eso a un cuadro. Los títulos de los cuadros la mayoría de las veces salen de una sesión”.

“El título de la serie de los Embajadores era por un cuadro, Los embajadores, de Holbein, que se transforma según desde donde lo mires, tiene muchos puntos de vista. Cuando yo empecé esta serie en 2016, encontré eso en esta tela, la transparencia, y que al poner los cuadros en el espacio tiene miles de puntos de vista”.