“La historia empieza con una muestra que hice en La ENE en 2014, en la que investigué dos géneros cinematográficos que surgieron en la Argentina: la animación y la pornografía. Si bien está comprobado que surgieron acá históricamente, las dos primeras películas de esos géneros se perdieron, por lo que no hay un consenso histórico sobre estos inicios con los países hegemónicos que escriben la historia del cine. La idea del trabajo fue reivindicar estos dos pioneros del cine de la animación y de la pornografía. La primera pornografía es una película llamada El satario, hecha por un autor anónimo en 1907, y hay explicaciones y teorías de por qué se filmó acá: personas que se parecían a los europeos, no había tantas leyes para filmar y sí un conocimiento para hacerlo. El primer largometraje de animación es El apóstol, de 1917, de Quirino Cristiani. Era una animación con siluetas. La muestra en la ENE fue una presentación museográfica sobre estas dos películas con material que no es documental. Fui armando una especie de dispositivos que de alguna manera documentaban y reflexionaban sobre la existencia de estas películas para legitimarlas museísticamente y reconocerles ese carácter de pioneras. Mientras investigaba sobre esas dos películas, me encontré con un dato sobre otro género que surgió en Argentina, el snuff. Se trata de una especie de subgénero dentro del cine de terror, donde se supone que la película contiene imágenes de un asesinato real, distribuidas para que la gente que las vea sienta casi placer o incluso se erotice con las muertes que ve en cámara. Son películas que existen, pero que no tienen una distribución comercial. Es más la estrategia de marketing que el contenido en sí. Surgieron en los 70 y hoy en día es otra historia, porque al haber más dispositivos y al democratizarse también el video, estamos más acostumbrados a ver la muerte en cámara de otra manera. Snuff 1976 juega con el mito de las snuffs que surgen con los asesinatos Manson, cuando se decía que había una serie de películas sobre estas muertes ocultas en el desierto. Esto no está comprobado, pero unos directores de cine norteamericanos se inspiran en ese mito y vienen a Argentina a filmar una película que se llamó The slaughter (La masacre), filmada en 1971. Vienen con un equipo muy reducido. Acá tenían mano de obra barata y es un momento donde no había mucha regulación. La película tiene esa particularidad de que los actores y las actrices son todos muy lindos. No estás acostumbrado a ver gente tan linda en cámara en ese tipo de películas. Además tiene una buena fotografía. Está llena de asesinatos, pero es una película bellísima en sí. Llevan la película a los Estados Unidos y doblan todas las voces. Algunos hablaban por fonética, otros, en español o decían directamente cualquier cosa. Los propios directores, Michael y Roberta Findlay, que eran marido y mujer, hacen el doblaje de la mayoría de las voces. El sonido, efectos de sonido y música también lo hacen en Estados Unidos. El sonido resultó bastante malo comparado con la calidad visual. Hacen un par de exhibiciones y la película no funciona. Queda en el olvido. Se dice que una persona medio drogada que tuvo la oportunidad de verla en uno de esos screenings privados pensó que estaba viendo un asesinato real y fue y se lo contó a un productor. Y este productor les compró la película a los directores por muy poca plata. Este productor, Allan Shackleton, la reestrena en 1976 con otro nombre, que es Snuff, y le cambia el final. Filma una escena donde supuestamente se abre el plano y se ve cómo están filmando la película y un técnico mata a una de las actrices. Es muy gracioso porque no coincide nada: no es la misma actriz que estabas viendo antes, de repente hablan en otro inglés, muy diferente, y se nota que el asesinato es falso. Se notan la hechura, los efectos especiales precarios. Termina con esa escena y con la idea de que se quedan sin película y que lo que ves es como un archivo encontrado. Otra cosa que hacen es remover a todos los actores de los créditos. Entonces no se sabe quién la hizo, quién actuó, nada. De ahí mi idea de que la obra fuera repatriar la película rehaciendo su sonido”.