“La fecha rara de la obra refleja, un poco, la rareza de la serie. Es una serie que tiene una fecha de principio pero no tiene un fin. Se va renovando hasta el presente. Intenté hacer memoria de cómo fue el hallazgo, mi propio encuentro con la brea, pero no pude precisarlo. Yo, como muchos artistas, hago todo un trabajo de detectar. Tenés momentos de ver algo que llevás con vos como si fueras una especie de archivo de imágenes, una biblioteca visual caminante. Después de mi muestra en Belleza y Felicidad no trabajé mucho con la obra: fui madre y estaba muy abocada a eso. Cuando volví a producir más activamente, que fue hace unos años ya, volvió la brea, como si nunca la hubiera dejado”.

“Yo creo que mis exploraciones siempre tienen que ver con el movimiento y la quietud como dos estados de la materia. Tanto estas obras en brea como las que son manchas dan la sensación de algo congelado. Son obras que podrían tener cualquier forma, pero tiene esta forma. Son, al fin y al cabo, cosas muy precisas que salen de un proceso azaroso”.

“Con la brea, opero de la misma manera que operé con otros materiales, como la cinta de máquina de escribir eléctrica que usaba en muchas obras de los 90. El proceso es, básicamente, encontrar un material atípico y someterlo a distintos experimentos, probar sus potenciales y limitaciones. Pensarlo como si fuera un verbo en infinitivo, ‘andar’, por ejemplo, y abrir y diseccionarlo a través de operaciones gramaticales –‘hubiera andado’, ‘andaría’– como un despliegue de ese primer encuentro”.