“En 2013 había hecho en La Ene una muestra, Nada rima con nada, en la que había usado esta misma técnica (papel tisú con tinta de impresora, según un sistema alternativo: imprimo sobre plástico y transfiero esa tinta líquida sobre el papel tisú) para unas banderitas. Entonces usé la sala como taller: iba a trabajar ahí probando la técnica en el espacio. Cada día dejaba montada una muestra distinta, siempre probando, pegando los papeles, cambiando las maneras”.
“La pensaría más como sistema, que como serie. De hecho, esta obra se puede repetir cambiando ciertos parámetros. Uno de ellos es la liberación de los colores. Si a la misma obra se le reemplaza el tisú por otros colores, no cambia demasiado. Parte del sistema sería que los colores fuesen intercambiables, no específicos. Unos se ven mejor que otros, en el momento de colgar por alguna razón elegís un orden. También son reversibles, por lo que con la misma matriz/papel se puede plegar de un lado o del otro. La decisión es puramente de gusto”.
“Yo venía con todas estas experiencias, sobre cartones en la Di Tella, con la técnica de la impresora, donde tenía que poner varias capas. En cambio, el tisú es más amigable con el color, que además elijo en la computadora. Pienso mucho eso de inventarme a un pintor. Siempre en algún lado en mí está esa cosa de que el artista es el pintor. Yo no sé pintar, no sé nada de colores, los armo en la computadora. Los saco de la impresora, pero no los imprimo, sino que los saco en estado líquido. Creo que la técnica viene de una especie de error durante una búsqueda cuando estudiaba en la FADU [Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo], donde hice Imagen y sonido y Diseño gráfico. Quise imprimir sobre acetato para hacer una filmina, una transparencia, y me di cuenta de que la tinta había quedado suelta. Flasheé: ‘Me puedo imprimir una paleta de colores’. Como si me imprimiera las acuarelas, elijo cuáles quiero, las imprimo y las uso. De hecho, en algún momento las he usado con pincel. Imprimía sobre acetato para que quedara la tinta líquida y la usaba como si fuera una paleta de colores armados. Creo los colores en la computadora, los imprimo en líquido y los paso a los tisúes. Ese es el procedimiento. Me invento un pintor fácil y sistematizado que no dependa de la inspiración ni del talento, pero me meto en unos problemas tremendos. Está la trampa de buscar la facilidad, que sea lo más impersonal posible, pero es imposible salirse de las pequeñas decisiones que uno toma. Todas esas cosas terminan siendo parte en definitiva, las líneas de pensamiento que tienen sentido para mí. Hay muchas ideas en el hacer mismo. Y a medida que hacés, te vas dando cuenta de las decisiones que tomaste. Es muy complejo y agradable, como una búsqueda”.