“Es la primera pieza en que hice figura humana, calco de cuerpo. Venía trabajando con maniquíes, pero había algo ahí que no me funcionaba. Necesitaba algo de lo real. Trabajaba con taxidermia y con el objeto encontrado, como si fueran ready-mades. Para esta muestra me había propuesto hacer escultura, un cambio de escala, con molde. La pieza es deforme porque la hicimos en tres sesiones, sin mucha experiencia. Cuando me encontré con el ensamble de la pieza quedó la deformidad, esa contorsión. En ese momento estaba leyendo a Georges Bataille y André Masson, que hablan del nuevo hombre que no tiene cabeza y es pura entraña, de un sentir más visceral. Terminó siendo este jinete loco con la cadena. En un principio pensaba que la cadena podía lastimarlo, como si se autoflagelara, en una economía hermética donde todo pasa adentro de la pieza. Terminó siendo muy enérgica. También había algo con las costuras, con la idea de cicatriz. Quería que se viera muy drama queen, el dolor exponiendo las grietas”.
“Venía trabajando con ratoncitos, más vinculado al cómic, y esta pieza se despega, abre un camino hacia lo escultórico. Paso a otro cuerpo, a un cuerpo fantasma. Justo estaba leyendo los textos de humor negro de André Breton, pero más que nada Acéphale, la revista de Bataille y Masson. Ese es el eje de la pieza, los rituales nocturnos. De hecho, otra pieza que había en la misma muestra era como un póster, con una silueta mía como pájaro, medio hombre lobo. Seguí investigando ya con mucha más conciencia técnica, pero esta fue la primera pieza. Después, la exposición Glótica fue toda una investigación sobre eso. Aprendí a pigmentar poliuretano. Todos esos errores que aparecieron los incorporé como lenguaje. Sonia Becce vio la muestra, estaba haciendo un programa de artistas y fue la selección para la Beca Kuitca”.