“Considero a los treinta y seis afiches como una obra total que lleva por nombre Windows. Esta es una serie de dos. Por un lado, la instalación completa, que incluye además de los treinta y seis afiches, un bastidor, sogas, poleas y una alfombra con la frase ‘Mar’ y, por otro lado, la serie de afiches comprada por la colección”.
“Tiene que ver con mi coqueteo con lo monocromo, con descubrir que había algo de mí entre lo rojo y lo rosa. Quería que la obra y mi exposición reflejara las relaciones entre lo afectivo y lo político, lo público y lo privado, la galería y el espacio exterior. La obra nace de intercambios de todo tipo con un amigo en España. Él me compartía lo que sucedía a nivel social en el contexto del 15M y yo del momento preelectoral de 2011, lo que sucedía a nivel social y político. Compartíamos también nuestros afectos más cotidianos, más íntimos. Eran ideas en relación a la política, ideas de artistas, citas de filósofos, a tal punto que ya no recordamos bien quién escribió qué cosa. Cada una guarda una historia en particular”.
“Es una bisagra entre varios procesos. El proceso de mi trabajo vinculado a la calle, con los afiches, también con una obra que se llama Qué es banana, donde hago mis primeros monocromos, en 2010, que no tenían nada que ver con el rojo, y a su vez tiene mucho que ver con mi definición de ‘Soy rojo y rosa’, que es algo que surgió a raíz de una clase que di para poder pensar sobre nuestras identidades. El coqueteo con lo monocromo surge de un deseo. Cuando trabajo, a veces entro en crisis, y en esa crisis me voy despojando de muchas acciones y cosas que siento que están de más. Últimamente me pasó que me quedé con lo mínimo que puedo hacer en relación a la pintura, porque eso se me volvió enorme. Pintar un plano de un color y marcar un límite entre el borde y lo pintado ya me parece muchísima acción y muchísimo dato: la acción de estar pintando una superficie que es una tela sobre un bastidor y que se vuelve una pintura. Por lo tanto, la pintura se vuelve para mí cada vez que pinto algo completamente extraño, y es una de las razones por las cuales sigo pintando: por esa extrañeza que me causa a pesar de saber que no tiene ningún misterio porque, a fin de cuentas, es una tela, una pintura, y nada más que eso. Me interesa el contacto del pincel en una superficie”.