I.
Las obras de la Colección Oxenford analizadas a continuación se presentan como experimentos sobre las formas y usos de los archivos, la memoria y la tecnología. Revisan las relaciones establecidas por la sociedad con el pasado, la manera en que sus evidencias son elaboradas a través del lenguaje, las imágenes y los dispositivos digitales creados con el fin de almacenarlas y compartirlas. Vistas desde este ángulo, estas obras son mecanismos donde se cruzan el pasado y la tecnología. Mejor dicho, son rastros de su interacción con el mecanismo fundamental de esta época, ese vasto dispositivo que, pese a ser conocido públicamente, no deja de volverse invisible o inconsciente, el de los sistemas informáticos diseñados para la publicación de palabras e imágenes a través de la red digital, ya omnipresentes alrededor del mundo. Obras como Windows (2011) de Mariela Scafati, Mis archivos recibidos (2008) de Nicolás Martella y Decomiso (2016) de Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg, entre otras, son pequeños ensayos materializados a través de este campo, donde conviven desde el pasado más inmediato al más remoto, proveniente de lugares a la vez próximos y lejanos, en una experiencia sin antecedentes en la historia. En particular, proponemos pensar estas obras a través de la antigua consigna hacker, de que “la calle encuentra sus propios usos para las cosas”. Es decir, desde la mirada sobre la tecnología surgida en los años 70 en los campus universitarios estadounidenses, luego difundida a otras partes del mundo, cuando muchos programadores y aficionados a las computadoras empezaron a dar forma a una cultura en donde se privilegiaba su potencial creativo, y el derecho de todxs a participar de su desarrollo, desde una perspectiva entre libertaria y horizontal, que en su momento resonó en muchos ámbitos de la contracultura juvenil y el arte de aquellos años. De ahí, la idea de que las computadoras personales e Internet
-tecnologías de archivo por definición- debían encontrar sus formas y sentidos más allá de las expectativas de gobiernos y empresas, ya que sus usos más interesantes y potentes iban a surgir y ser desarrollados por quienes se animaran a hacerlo, motivados por su curiosidad y sed de conocimiento, más allá del sentido común de los usuarios.
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Autor/a:
Carlos Gradin (Buenos Aires, 1980) es escritor. Integra el grupo de arte Expediciones a Puerto Piojo, presentado en la Bienal de Bahía Blanca (2017), el Espacio de Arte Contemporáneo de Montevideo (2018) y el Museo Comunitario de la Isla Maciel (2019), entre otros espacios. Desde 2017, también integra el grupo Colectivo Ribereño, dedicado a explorar la relación de la Ciudad de Buenos Aires con sus ríos y orillas, donde actualmente trabaja para recuperar el sitio conocido como Cauce Viejo del Riachuelo, en el barrio de Villa Riachuelo. Fue editor de las revistas de ensayos Planta y Mancilla y de la revista de poesía Campotraviesa. Publicó artículos sobre arte, tecnología e historia de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros temas, en diversas revistas como Inrockuptibles, Radar, Luthor y Segunda Época. En 2011 publicó el libro de poesía spam (Niño Stanton). Es licenciado en Letras (UBA).